El 17 de octubre de 1953 es recordado como el día en que el Sol de San Pedro de Macorís, República Dominicana, se ocultó para siempre en el mundo de las grandes ligas del béisbol. Francisco José Castillo Lantigua, conocido como Frank Castillo, falleció en el mismo lugar donde nació, dejando una marca indeleble en la historia del béisbol.
Un legado deportivo
Castillo fue un ícono no solo por sus habilidades en el campo, sino también por su capacidad de inspirar a generaciones de jugadores. Sus estadísticas hablan por sí mismas y demuestran su impacto significativo:
- Participó en más de 500 partidos a lo largo de su carrera.
- Promedió un impresionante .316 en bateo.
- Consiguió 120 jonrones.
A pesar de enfrentarse a desafíos en el terreno de juego, su dedicación y pasión fueron inigualables. Castillo destacaba no solo por su habilidad, sino también por su capacidad de liderazgo, lo que lo convirtió en una figura emblemática dentro y fuera del campo.
“El béisbol no solo me permitió jugar, me enseñó a vivir”, solía decir Castillo, recordando su profunda conexión con el deporte.
Hoy, su legado continúa vivo, no solo en las estadísticas, sino en la memoria de quienes lo admiraron. Su historia inspira a nuevos talentos en el béisbol dominicano y resalta el valor de la perseverancia y la dedicación en el deporte.